El último gol de jugada de la selección argentina de los
grandes goleadores de las principales ligas de Europa fue en noviembre de 2016,
en San Juan, ante Colombia, con Edgardo Bauza como director técnico.
El equipo albiceleste es el segundo peor goleador del grupo
sudamericano de diez, con 16 goles en 17 partidos, menos de un gol por partido.
Ha tenido tres directores técnicos en esos 17 partidos: comenzó con Gerardo
Martino, siguió con Bauza y terminó con Jorge Sampaoli. Cada uno con su
librito, con “sus” jugadores convocados, con su sistema táctico.
Con Alejandro Sabella, Sergio Agüero era extremo izquierdo.
Con Martino, centrodelantero. Con Bauza,
jugaba por detrás del nueve. Con Sampaoli,
o en una línea de tres por detrás del nueve o de nueve pero con tres
atrás.
Lucas Pratto fue convocado por Bauza y rindió, pero una vez
que éste se fue, no volvió a ser convocado. La selección de Martino jugaba un
clásico 4-3-3, mientras que la de Bauza prefería un 4-4-2, mientras que
Sampaoli juega un estrafalario 3-2-2-2-1, aunque sobre el final cambió al
4-2-3-1.
Esta selección argentina no consiguió ni identidad, ni
volumen de juego, y mucho menos, profundidad. Sin ideas, en fútbol, todo lo
demás que trae la confusión general, llega por añadidura. Sin resistir
comparaciones, primero Joao Saldanha y luego Mario Lobo Zagallo idearon para
México 70 un Brasil con cinco números 10, con las posiciones cambiadas. Estaba
la materia prima, pero a ella se le agregó una idea de cómo explotarlos mejor,
cómo hacer para que rindieran como lo hicieron al punto de convertirse en el
mejor equipo de la historia. Había cracks, y con ellos, un genio (Pelé).
La selección argentina cuenta con un genio (Messi) y con
algunos cracks y otros que si bien no llegan a serlo, sí son estrellas del
fútbol mundial a las que los principales clubes ya los quisieran tener, pero no
sabe a qué juega porque el fútbol argentino lleva una confusión de más de medio
siglo que fue creciendo hasta llegar a este punto que parece de pesadilla: no
estar entre los cinco seleccionados que van al Mundial de Rusia 2018 a una sola
fecha de terminar el grupo sudamericano.
En este blog ya hemos expuesto sobremanera las causas de
esta caída estrepitosa, a la falta de conceptos desde que sin detenerse a
pensar en los motivos, el “Desastre de Suecia” en 1958 trajo consigo la falsa
idea de que la razón de la derrota luego de 24 años de aislamiento
internacional había sido la capacidad física de los europeos y se empezó a
copiar aquello, agregando el resto de los negocios relacionados con el
marketing y la TV.
Si Europa se transformó en La Meca de todo futbolista, la
influencia cultural ha sido tan grande que el fútbol argentino, exportador por
naturaleza, produce lo que se puede vender y ya no genera lo que quisiera sino
lo que vende, lo que genera dinero, y entonces ya no se producen arqueros
seguros, embolsadores, con buen saque de manos y juego de pies, ni marcadores
de punta chiquitos y con oficio, ni “ochos” que lleguen al área rival y definan
(como lo eran Brindisi, Ardiles o JJ López), ni diez con pegada y mando para
manejar los partidos (que no “enganches”, que son los nueves retrasados, en
otra de las confusiones generalizadas de este tiempo). Tampoco wines o
extremos, ni nueves con dominio del juego que puedan ir a buscarla para definir
o generarse su propia oportunidad de gol (acaso Pratto sea una de las
excepciones y otra, aunque en una etapa por debajo de su nivel, Luciano
Vietto).
Con este panorama, a fuer de ser sinceros, la selección
argentina tiene superposición de cracks en algunos puestos, y tiene jugadores
sólo del montón en otros. No es una constelación sino una mezcla de unos y
otros que no siempre da como resultado un equipo.
Pero no sólo eso: el peor enemigo de esta selección es la
propia selección, porque viene haciendo todo lo posible por auto flagelarse a
partir de la frustración de tres finales perdidas en tres años consecutivos, y
todas por detalles: nada menos que la del Mundial, en el Maracaná y en el
alargue (la única vez que un equipo sudamericano no fue campeón en Sudamérica),
y dos Copas América ante Chile y por penales.
Y sin embargo, esta mediocre dirigencia que el fútbol
argentino supo conseguir, con el milagro de ser aún peor que la de los tiempos
del Grondonato, no reparó en que si un
grupo de élite tiene los mejores médicos y campos de entrenamiento, también
podría necesitar un psicólogo, como sí tienen ya varios equipos del torneo
local y como también tiene, por ejemplo, la selección peruana y que, por
supuesto, es argentino y de gran calidad (Marcelo Márquez).
A nadie parece importarle mucho que Angel Di María se lesiona siempre en los partidos importantes o no rinde en ellos, o que a Fernando Gago le pasa más o menos lo mismo, o que
Sergio Agüero ya no sabe cómo pedir que lo auto excluyan. Lo
dijo explícitamente, luego el entrenador dijo, para un periodismo deportivo
local ingenuo hasta límites insospechados, que en verdad no lo convocó en una
gira europea para que “picara” y quisiera venir solo a Londres, como si fuera
una novia quinceañera a quien probamos de no llamar para que ella llame, y al
final acabó estrellándose con un taxi en Amsterdam porque teniendo su gran
chance de demostrar su valor ante su público luego de mucho tiempo de espera,
se fue a ver un recital de “Maruma”. De manual.
Por supuesto que a esta mediocre dirigencia no se le ocurrió
siquiera intentar pedirle al Barcelona, por ejemplo, que jugaba ante Las Palmas
y como local, que le adelantaran a Messi y a Javier Mascherano, como para
tratar de generar más entrenamientos, o luego de un ciclo de casi una década,
el cuerpo técnico decidió así como así prescindir de Gonzalo Higuaín, en una
medida tribunera como pocas, pero de quien también quiso imponer la música
previa al partido ante Venezuela en el Monumental, o espanta al periodismo de
cualquier lugar cercano a la selección, y ni siquiera da partes médicos sobre
el estado de los jugadores.
Todo esto, y mucho más, permite esta dirigencia, la misma
que determinó que el entrenador para los últimos cuatro partidos fuera Jorge
Sampaoli porque así lo quisieron los jugadores (que son los que llevan desde
hace rato la voz cantante) y porque también así lo quiso Daniel Angelici, quien
le tiene simpatía y respeto.
Y a Sampaoli, justo cuando se necesitaba apagar el incendio
de la cercanía a una dura eliminación de un Mundial, se lo acabó comiendo el
personaje. Importaron más sus movimientos de un lado al otro de la cancha, sus
gritos, su ansiedad, su hiperkinesia, sus tatuajes, su gusto por el Indio
Solari o Callejeros, sus constantes cambios de sistema táctico y de convocados,
su invocación a los 40 millones de argentinos.
Y el “falso progresismo” compró, ilusionado con un personaje
que sabe que vende mucho referirse a lo extra futbolístico, hacerse el “Marcelo
Bielsa”, y entonces, un determinado día fue “Sampa”, alto, rubio, de ojos
celestes. Y sus jugadores llegaron a ser “Los Carasucias de Sampaoli”, y toda
su prensa adicta, la del romanticismo sin base y la de los cientificistas que
compraron también su idea de revolución a lo Rinus Michels, comenzó a contarnos
como si fuera Ulises o Eneas, los kilómetros recorridos en Europa para charlar
con los jugadores de allá, y como “La última cena”, los asados en la casa de
Messi o los favores de éste y de Mascherano.
Lo importante no era ya trabajar, como antes hacían Sabella,
Martino o Bauza sino que ya pasaba a ser importante “mostrar que se trabaja”,
divulgando fotos con todos, incluso de las comidas y que, por supuesto,
aparecieran en escena pizarrones, pantallas y proyectores de diapositivas,
instalando la idea de que “ahora sí hay un DT que trabaja en serio, no como los
anteriores” que igualmente viajaban a Europa, recorrían los mismos kilómetros,
hablaban con los mismos protagonistas, pero sin necesidad de contarlo.
¿Era Sampaoli el DT indicado para este momento? ¿Es su
carácter, su forma de ser, el imprescindible para una situación como ésta o
primó el dedo de los jugadores, como tantas otras veces? ¿No habría sido el
turno de un ganador, de alguien que convenza a partir de ser una voz de
renombre en los vestuarios? ¿Garantiza este entrenador la tranquilidad de sus
jugadores? ¿Tiene ideas claras sobre a qué quiere jugar?
A esta altura, todos esos interrogantes ya tienen respuesta.
Y aún así, cuando esta selección tampoco podía ante Perú, como no pudo ante
Venezuela, Ecuador o Paraguay como local, cuando ya Messi se sumía en la
impotencia por otro resultado en contra (y van…) llegó la enésima oportunidad
gracias a Antonio Sanabria y sus goles en Colombia.
Aún hay una nueva vida, la última, para el martes en Quito. Ganando,
y ante una Ecuador ya eliminada y en crisis, Argentina estará con un pie y
medio en el Mundial porque o irá directo o se asegurará una Repesca ante Nueva
Zelanda. Pero el problema (a no engañarse) no es ni la altura, ni la selección
ecuatoriana, ni ningún factor externo.
El problema de la selección argentina es la selección
argentina, sin un DT acorde, sin ideas de juego, sin identidad histórica, sin
una buena relación con su sociedad ni prensa, y con una enorme mochila de
frustraciones, y sin siquiera un psicólogo para que la ayude.
¿Podrá esta selección contra todos esos fantasmas ¿ ¿Tendrá,
si no, la suerte de resultados externos que la ayuden? El martes lo sabremos,
pero no pinta nada bien. Y merecer la clasificación, realmente no la merece. Aún
con un genio como Messi en el equipo.
Fuente: sergiol-nimasnimenos.blogspot.com